miércoles, 1 de octubre de 2014

Ahora soy un profe 2.0

Fernando tenía miedo. Esa era la palabra. Nunca le habían gustado los cambios y últimamente todo estaba cambiando vertiginosamente en el centro en el que era profesor de Educación Primaria. ¿Pero es que no estaba cambiando también la sociedad? Al menos, eso es lo que no dejaba de oír por los pasillos, porque últimamente parecía que las TIC eran el único tema de conversación de sus colegas.
Todo había empezado hacía un par de años, cuando se habían implantado en el colegio multitud de pizarras digitales. No había sido una cosa acordada ni meditada, sino que había sido un regalo por parte de la editorial a la que habían comprado los libros de texto. Así, de la noche a la mañana las aulas se llenaron de pizarras digitales y las reacciones del profesorado fueron de todo tipo. La mayoría, como Fernando, había reaccionado con tecnofobia. No sabían qué uso hacer de estas pizarras ni tampoco veían la posibilidad de incorporarlas a su metodología (Mayorga, MJ.,Madrid, D.,Núñez,F., 2011). Pero también había un pequeño grupo de profesores que había reaccionado con gran entusiasmo. En especial su compañera Ana, una profesora joven que llevaba trabajando en el colegio unos dos años.

Afortunadamente para Fernando, el boom de las pizarras digitales no había tenido muchas consecuencias, ya que el ritmo del colegio siguió como siempre y cada profesor continuó enseñando de la misma manera. Cuando Fernando se paseaba por las clases, veía por la ventana el uso que sus compañeros comenzaba a hacer de estas pizarras, y se dio cuenta de que en la mayoría de clases estaban apagadas o únicamente se usaban para proyectar el libro de texto o acompañar las explicaciones de alguna presentación. Pero el caso de Ana era diferente… Una vez, incluso había visto a un grupo de alumnos utilizando la pizarra para resolver una actividad ante las miradas atentas y curiosas de sus compañeros, que pedían a mano alzada una oportunidad para salir ellos también. Cuando Fernando veía escenas como la de aquel día en clase de Ana, no entendía cómo eran capaces de trabajar en grupos, con el “jaleo” que formaban los alumnos. Ella siempre defendía que se trataba de un enfoque constructivista, pero él solo pensaba en los dolores de cabeza con los que se tendría que ir la pobre a casa.
Aun así, Fernando decidió que él también usaría la pizarra digital de su clase. Si se paraba a pensar en su propia competencia digital, no era del todo mala. Y no se consideraba analfabeto en todos los componentes de esta competencia. En el campo de la e-conciencia estaba un poco verde, ya que no lograba entender hasta qué punto las TIC podían resultar beneficiosas o perjudiciales en el desarrollo de la sociedad. Y también lo estaba en el campo del alfabetismo digital, ya que no tenía ni idea de cómo generar nueva información con estas tecnologías (Adell, J., 2010). Sin embargo, él mismo consideraba que no tenía ningún problema en el campo del alfabetismo tecnológico o competencia informática, ya que se consideraba bastante diestro en la utilización de los ordenadores y dispositivos electrónicos, dejando a un lado la utilización de las pizarras digitales que tanto estrés le estaban provocando.
Cuando Fernando descubrió que la pizarra digital podía usarse como proyector, decidió completar sus explicaciones en clase con alguna presentación que proyectaba en la pizarra, y así fue como creyó que estaba haciendo un uso adecuado de esta tecnología.
Pero dos años más tarde, todo eso ya no fue suficiente, y el centro empezó a adoptar otro tipo de medidas.   Por lo visto, el director del centro se había dado cuenta de que “las TIC generaban múltiples ventajas y elevaban la calidad del proceso educativo en una sociedad de información que estaba cambiando de forma muy acelerada” (Cobo, J.C., 2009). Por eso mismo, había aceptado que el colegio formara parte de un proyecto promovido por las Administraciones educativas y llamado “Proyecto TIC en las aulas”. Cuando el director del centro contó todo lo relativo a este proyecto a los profesores, insistió en que iban a ser unos privilegiados de participar en algo así, pero Fernando no se sintió así para nada. Él sabía que los alumnos y profesores podían acceder hoy en día a demasiada información, pero no tenía ni idea de convertir esa información en conocimiento y tenía serias dudas de que lo fuese aprender a través de cursos obligatorios a los que le iban a hacer asistir. Además, hablaban de una mejora directa sobre los procesos de enseñanza y aprendizaje. ¿Pero dónde estaban las evidencias científicas? (Coll, C., 2009).
Los cursos de formación y actualización del profesorado para conseguir una incorporación eficaz de las TIC al terreno educativo comenzaron inmediatamente, y a pesar de la actitud desfavorable de muchos de los profesores ante estos cursos, Fernando tuvo que asumir que resultaban interesantes y una ventana a poder enseñar con un gran abanico de recursos y posibilidades que no se había planteado hasta ese momento. Lo primero que aprendió fue a desmitificar el poder de las TIC como herramientas para mejorar el proceso de enseñanza y aprendizaje, ya que el poder de las TIC no radicaba en ellas mismas (diseño tecnológico) sino que iba a ser la forma de utilizar estos recursos por parte de los profesores para el desarrollo de actividades (diseño pedagógico) las que podían ofrecer una mejora en el aprendizaje de los alumnos (Coll, C., 2009).
Sin embargo, Fernando enseguida se dio cuenta de que las TIC se integraban en un modelo pedagógico que él nunca había empleado en sus clases, y que hacía todavía más difícil su utilización en el aula: el constructivismo. Cuando oyó esta palabra, enseguida le vinieron a la cabeza los alumnos trabajando en equipo y hablando en alto, y supo que nunca iba a ser capaz de utilizar ese enfoque en sus clases. ¿Es que no había otra manera de integrar las TIC en el aula?
Su compañera Ana enseguida se dio cuenta del problema de Fernando, ya que el constructivismo había sido tema de discusión entre ellos en más de una ocasión. Y por ello se acercó a hablar una vez más con él, intentando hacerle ver que la sociedad había cambiado y que iba a seguir cambiando, incluyendo el rol del profesor. Así, le hizo ver que en una sociedad en la que hay tanta cantidad de información, el profesor ya no está para dar información, sino para ser facilitador y mediador de esa información (Gallego, MJ., Gámiz, V., Gutiérrez, E., 2010), dejando ser a los alumnos los verdaderos protagonistas en su proceso de aprendizaje, dejándoles crear sus propios entornos de aprendizaje en los que ellos mismos podrían tomar el control. Además, el reto del profesor también estaba en “preparar a los alumnos para vivir en un mundo en el que lo real y lo virtual se confunde” (Adell, J., 2010) haciendo de ellos buenos ciudadanos digitales.
Por otra parte, también le hizo ver que las TIC tenían múltiples ventajas si la pedagogía se basaba en un enfoque constructivista: “los alumnos no solo iban a adquirir herramientas para transformar y enriquecer su aprendizaje, sino que también iban a desarrollar nuevas formas de pensamiento, creatividad e innovación, y también nuevas formas más productivas de trabajar y resolver problemas, entendiendo las implicaciones del uso de las TIC y sus responsabilidades éticas y sociales” (Reza, H. , Abedi, Z. , Abedi, S. , Talesh, M., 2010). Por no hablar de aprendizaje significativo y de cómo las TIC podían facilitar dicho aprendizaje con ejemplos reales sacados de internet (G. Cabezas, S., 2011).
Todo eso sonaba muy tentador y bonito para Fernando, y de verdad quería ayudar a sus alumnos en todos esos retos que le planteaba Ana. ¿Pero cómo iba a conseguir adquirir una nueva metodología en base al uso de las TIC? ¿Estaba preparado para hacer frente a este reto?
Durante los siguientes años, Fernando trabajó codo con codo con su compañera Ana, lo que le ayudó muchísimo. El primer paso fue darse cuenta de que las TIC tenían un gran potencial para mejorar el aprendizaje, y el segundo comprender que efectivamente el constructivismo era el enfoque idóneo para integrar estas herramientas tecnológicas, dejando ser a los alumnos actores en su proceso de aprendizaje, no meros espectadores. Según iba viendo más cosas en el aula de Ana, más cuenta se daba de lo atrasado que estaba didácticamente y de que había dejado pasar demasiado tiempo para reciclarse, más aun teniendo en cuenta cómo avanzaba de rápido la sociedad. Pero la actitud positiva de Fernando y sus ganas de aprender hicieron que fuese capaz de adquirir una gran competencia digital en todos sus niveles.
Hoy, Fernando es un experto en este ámbito, e incluso se dedica a impartir cursos de actualización y reciclaje de maestros en el ámbito de las TIC, habiendo incluso recibido algún reconocimiento a su labor docente por haber conseguido enriquecer sus métodos de enseñanza con la inclusión de las TIC, provocando un impacto directo sobre la mejora del aprendizaje de sus alumnos. Al entrar en su aula un día cualquiera, lo primero que llama la atención es ver a los alumnos en grupo trabajando con iPads de una forma cooperativa, y a otro grupo de alumnos utilizando la pizarra digital. Mientras tanto,  Fernando está paseando por la clase y resolviendo alguna duda aquí y allá. Porque ha invertido los roles, haciendo de su clase una Flipped Classroom y adoptando enfoques constructivistas como el aprendizaje basado en problemas. Si te acercas a uno de los grupos que está manejando uno de los iPads, ves que los alumnos están metidos en un blog que han creado ellos mismos y que tiene gran variedad de información, videos e imágenes. Seguro que si les preguntas acerca del contenido que están trabajando en el blog (en este caso historia), todos sus miembros son capaces de hacer una detallada explicación, porque lo han aprendido de una forma significativa. ¿Y no es ese el objetivo de la enseñanza? El equipo que está utilizando la pizarra digital está explorando varios modelos en 3D de monumentos que han estudiado, hablando entre ellos y demostrando que tienen completamente adquirida la competencia digital (G. Cabezas, S., 2014).
Fernando ha superado su reto con creces, porque no solo ha conseguido incorporar las TIC como medio de enseñanza, sino que también ha conseguido “utilizar las TIC para impulsar nuevas formas de aprender” (Coll, C., 2009), haciendo de su aula un modelo de buenas prácTICas educativas.
Hoy, Fernando se ha convertido en un profesor 2.0 y el miedo ha desaparecido dando paso a una gran sonrisa.

Bibliografía:

·         Coll, C. (2009). Aprender y enseñar con las TIC: expectativas, realidad y potencialidades. En  Los desafíos de las TIC para el cambio educativo (pp. 113-127). Madrid: Colección Metas Educativas 2021 - Fundación Santillana.
·         Cobo, J.C. (2009). El concepto de tecnologías de la información. Benchmarking sobre las definiciones de las TIC en la sociedad del conocimiento. Zer, 14(27), 295-318.
·         Gallego, MJ. , Gámiz, V.  , Gutiérrez, E. (2010). El futuro docente ante las competencias en el uso de las tecnologías de la información y comunicación para enseñar. EDUTEC, 34.
·         G. Cabezas, S. (2011). ICT in education: New horizons to constructivism. International Foundation Program.
·         La competencia digital-Jordi Adell - YouTube. (s. f.). Recuperado 30 de septiembre de 2014, a partir de https://www.youtube.com/watch?v=tjC1LOC0r1g
·         Mayorga, MJ., Madrid, D., Núñez, F. (2011). La competencia digital de los docentes: formación y actualización en web 2.0. Etic@net, 11.
·         Reza, H., Abedi, Z., Abedi, S., Talesh, M. (2010). A close look in to role of ICT in education. International Journal of Instruction, 3(2).

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